Fuego a la discreción
Hablarán de lo que sea, en su inusitada inspección. Se retraen, se arrepienten de acercarse. Tal vez mañana hablemos con otro desconocido.
lunes, 28 de marzo de 2016
Misa
domingo, 21 de junio de 2015
Boris
Me subí al elevador sin pensar en nada, la música a todo volumen y mis manos temblando por los dos cafés que había tomado en la mañana. Era uno de esos días largos en los cuales sientes que el tiempo no pasa, ves el reloj y marca la misma hora que tenía cuando empezaste a hacer el reporte que te pidió tu jefe; todavía me quedaban cuatro horas por matar en el trabajo y seguramente haría otras tres más sin que me las fueran a pagar.
La puerta del elevador se abrió sin gentileza y lo primero que vi entrar fue su panza enorme, él era más panza que persona. Su cabeza calva, los lentes feos que jugaban a combinar con la camisa igual o más fea que los lentes, su pantalón arrugado y unos zapatos que solo alguien decepcionado de su vida podría usar. Vi como sus labios se movían mientras se posaba frente a mi, me dio una mirada fría pero a la vez escandalosa y sin embargo no quise quitarme los audífonos, la musica estaba muy buena, Misfits a todo volumen era mejor que cualquier cosa que él me estuviera diciendo, yo movía mis manos imaginando que tocaba la batería.
Me vio de nuevo, detuvo su mirada sobre mis manos y luego su boca empezó a moverse de nuevo, dirigiendo sus palabras a mis manos, luego a mi torso y por último a mi cara, tuve que interrumpir la rola porque se movía entusiasmado, como si me tratara de contagiar la alegría espontánea que emanaba de su cuerpo fofo y torpe.
- ¿No escuchaste lo que te dije?
- No, lo siento. La musica estaba muy alta.
- Te pregunté si tocás batería.
- No, para nada. Solo me disfruto la musica.
Su cara se vio invadida por el desanimo. No puedo explicar bien lo que se reflejaba en su expresión pero era una mezcla entre enojo y decepción.
- Yo sí toco... Bueno, tocaba batería en una banda muy famosa de acá.
El hastío me llenaba el cuerpo. La voz ronca y su tono impositivo y demandante empezaban a incomodarme. El entusiasmo de su cuerpo se había convertido en exaltación y yo no quería más que volver a mi musica. Parecía que mis respuestas cortas y antipáticas no tenían otro efecto más que molestarlo y darle ganas de seguirme hablando.
- Sí fijate vos. Éramos cabrones... Bueno, yo era el que les hacia el pisto. La mara iba a los conciertos por verme tocar la batería.
No se detenía, parecía que los recuerdos le venían como relámpagos, uno tras otro golpeaban su cabeza y activaban una verborrea estúpida y sin sentido que yo no quería soportar. Solo asentía y lo invitaba a callarse cuando le decía «A qué de a huevo vos.»
- A huevos que era de a huevo. - dijo y se acercó más a mi. Se me tensaron las piernas y el resto de mi cuerpo adoptó una posición defensiva.
- Vos no sabés lo que es tocar frente a miles de personas y que canten las canciones a todo pulmón mientras vos echas verga en el escenario.
Tenía razón, yo no sabía que era eso. Se acercó un poco más y su respiración se tornó pesada. Le pregunté cómo había logrado tocar frente a tantas personas. Se lo pregunte para calmarlo más que por interés porque de eso no tenía nada. Las gotas de sudor hacían un pequeño charco en su labio superior y en gotas más gordas le salían desde su cabeza sin pelo.
Podía ver la duda y el pánico invadirle la cara, una cara tan común que nadie creería que pudiera hacer algo más que quejarse de su vida tan decepcionante.
- A pues eso fue la primera vez que vino metálica. Hace muchos años. Alternaron con brujería y otras bandas y nosotros les abrimos el concierto.
Entonces me di cuenta que yo tenía el poder. No sé si fue el aburrimiento, o la podredumbre de ser miserable en un trabajo que detesto, no sé realmente qué fue pero me invadió la infamia, me empapé de un deseo por humillar al tipo.
- Vos, ¿Pero metálica solo ha venido una vez, no?, ¿Quienes eran ustedes, o más bien, cómo se llamaba tu banda? ¿Vos quién sos?
Fue un ataque certero. A quemarropa. Fueron demasiadas preguntas que lo desconcertaron y marcaron mi primer error. La cara se le puso roja, un inminente estallido se veía venir en el espacio de dos por dos. El elevador seguía bajando. Se tomó unos segundos antes de suspirar y contestarme.
Me llamo Boris me dijo. Boris Pérez. No pude evitar reírme en mis adentros y seguir con la humillación. Ya había visto su nombre en el carné que colgaba de su cuello y descansaba en su panza.
- Mi banda se llamaba verdades. Fueron muchos clavos pero... Pero lo que acabó con la banda fue mi primer hijo. No podía ir a los ensayos terminé por vender mi batería.
Era mi oportunidad para que dejara de hablarme y terminar de humillarlo. Lo hice sin culpa, sin pudor.
- A vos, pero te confundiste porque metálica solo vino una vez y yo fui al concierto. No vi ninguna banda que se llamara como la tuya.
Mi segundo error trajo la violencia. Me preguntó si acaso se veía mentiroso. Me dijo que tal vez estaba confundido con la banda pero que era seguro que el les había abierto el concierto. Me decía que lo imaginara con pelo largo, con la batería haciendo TACA, TACA, TACA, y con los platillos llenos de agua para que saliera como una entelequia en los vídeos. Ya no me importaba nada, ni Boris, ni la musica, ni su historia que estaba seguro se la estaba inventando. Le dije que no era posible porque lo que él me decía sonaba a paja mañanera y que qué pereza escuchar pajas tan temprano. Ese fue mi tercer y último error.
Boris me agitaba con violencia. Me decía que ningún patojo comemierda iba a quitarle su juventud y sus logros. Traté de defenderme, de pedir ayuda pero su fuerza era sobrehumana y el elevador no se detenía. Escuché un golpe seco, como de un costal lleno de huesos estrellarse en una superficie de concreto. Lo último que recuerdo fue su taza de café estrellarse en mi cráneo.
Desperté ya muy entrada la noche. Me toqué la cabeza y me ardió como si me hubieran echado alcohol en una herida abierta. Mi pelo estaba gelatinoso y tieso por la sangre. Me levanté y revisé si todavía tenía mi celular y mi billetera. Todo estaba allí, todo excepto mis audífonos. Usé mi teléfono y busqué concierto, verdades, brujería. Allí estaba todo, un pequeño artículo que decía que la banda Sepultura había tenido un concierto y que una banda local les había abierto el concierto, bajo el nombre de verdades habían encendido al público y que probablemente miles de personas habían coreado las canciones. Me levanté y presioné el botón de mi piso. Todavía no recuerdo si terminé el reporte antes de redactar mi carta de renuncia que presentaría al siguiente día.
Es una historia poco creíble, lo sé, pero algo tenía que imaginar cuando subí al elevador y vi al muchacho mover sus manos, con sus audífonos a todo volumen y soltando una carcajada cuando vio que mi nombre es Boris Pérez.
Aún con estas ficciones que fabrico el aburrimiento y la monotonía no se van. Es difícil estar sentado doce horas, viendo los monitores de los elevadores y pensar en lo que las personas están hablando. Cuando vi subir al muchacho pensé que era baterista en una banda y cuando vi subir al hombre gordo y feo subir un piso después, no fue difícil imaginar esta historia. Después de todo, el tipo tenía cara de un gato llamado Boris, y el muchacho tan arrogante tenía cara de merecer un par de puñetazos. No es fácil ser policía privado en un edificio tan grande y con tanta gente. Perdón... Allí vienen otros. Allí viene otra historia.
sábado, 6 de diciembre de 2014
Placa policía ¿dime quién es este?
Salí, con el paso fofo encendiendo un cigarro mentolado porque la noche estaba helada; a pesar de ser ya tarde la gente todavía caminaba por las calles semi oscuras, como aferrándose a sus bolsas y sus mochilas, aferrándose a ese miedo de vivir en una de las ciudades más peligrosas del mundo. Al llegar a la décima avenida enfile hacia la dieciocho calle, me dijeron que el sujeto podía estar en uno de esos bares pobres en producto y si no por lo menos podría conseguir algo de información y droga barata.
Siempre pensé que mi oficina era inútil, el calor insoportable, el ruido de las camionetas, el caminar de la gente, ¡PA PA PA PA PA PA! No era tacones en la calle era mi puerta que ya casi se caía de los vergasos. ¡Adelante! Grité casi con desanimo. Su figura peculiar me llamó la atención, era chaparro, con unos lentes de culo de botella y un chalequito de esas tiendas para viejos, pero el no era viejo, su cabeza calva le hacia parecer mayor. - Me llamo Remigio, Remigio Colindres. Mi papá me puso así por un tío al que mataron antes de que yo naciera. - me lo dijo como a manera de disculpa, creo que sintió mi indiferencia ante lo innecesario de su comentario porque inmediatamente prosiguió. - Me dicen que usted puede ayudarme a localizar gente. Aquí la gente piensa que los detectives son más nefastos que la policía pero estoy desesperado. - Traté de ignorar el sudor que se acumulaba en su labio superior y le dije que dependía de qué era lo que quería, le dije que el sicariato era confundido con el trabajo de seguimiento mientras observaba su cadena de imitación de oro brasileño sumergirse en su pecho lampiño, el cuello de su camisa estaba sucia y se notaban las arrugas de las mangas, era como si se hubiera arreglado para venir a verme. - ¡Yo sé que usted no hace esas cosas! - La pena se le escurrió hasta que sacó un pañuelo, se secó el sudor de la frente y recobró la compostura, dejó las gotas de sudor que seguían acumulándose en el labio.
Entre de lleno al bar “El olvido”, según mis fuentes me dijeron que estaba allí por las noches y pedía cervezas para todos, mientras acariciaba jovencitas sacadas de pueblo con la promesa de un trabajo, al final pues sí era a trabajar a lo que venían pero no creo que se lo hayan imaginado, estar de putas en estos bares. Pedí una cerveza y me llevaron también unos nachos de boquitas, una niña con acento nicaragüense me dijo que si no deseaba compañía terminando la pregunta con un «papi» que casi me dan ganas de pegarle una cachetada y luego sentarla en mis piernas. Esperé al menos dos horas antes de que se apareciera; el tipo no era ni gordo ni flaco, llevaba una chumpa de cuero y unas botas de albañil lustradas, le sirvieron iba botella de ron y varios camarones en una mesa junto al escenario donde otra de las chicas cantaba con voz espantosa. Me acerqué a la barra y pregunté por el baño, sentí su mirada atravesarme cuando el mesero me daba indicaciones. Cuando salí del baño el conjunto primavera inundaba la estancia del lugar, sentí una mano torcerme el brazo, - Don Arturo pide que lo acompañe a su mesa. - no podía negarme sin levantar sospecha, tomé mi cerveza y cogí los nachos, la sillas azules y plásticas de pepsi me incomodaban la espalda. Por qué mierdas no he ido al doctor pensé mientras tomaba un sorbo amargo. - ¿Usted no viene mucho acá? - Me preguntó autoritario, - No, es la primera vez. Acabo de regresar del interior y quería echarme unas frías. - Hice una sonrisa mientras apretaba las nalgas, sentía que en cualquier momento podían tomarme por el cuello y arrastrarme hasta un cuarto para deshacerme a golpes. - A muy bien, hombre trabajador. Tiré su cerveza y pruebe trago del bueno. Todo se hizo confuso, los cigarros llenaron el cenicero que limpiaban inmediatamente, la cocaína me mantenía despierto y tuve un encuentro con una chica de jalapa con unas nalgas esculturales. - Estoy buscando trabajo, ¿no conoce de alguien que esté contratando? - No sé si fue la borrachera de las botellas o la euforia de la droga pero sentí un calor en el pecho, expandiéndose hasta tocar la punta de mis dedos rajados. - Eso depende de lo que pueda hacer - me dijo mientras exhalaba el humo azul de sus cigarros europeos. - Yo soy bueno para muchas cosas, pero si no igual aprendo rápido. - Me miró fijamente, tenía los ojos inyectados de sangre creo que pensaba en agarrar la botella y estrellármela en la sien. - Este es mi número, llámeme el lunes y platicamos. - Deslizó un papel con solo el número y la hora en que tenía que llamarlo. Salí tambaleante y pegándome a la pared para no desbaratarme en la banqueta, vomité dos veces antes de quitar llave de la puerta de mi casa y desplomarme en la cama.
La segunda vez que vi a Remigio iba menos pulcro, como si pudiera eso, llevaba una playera blanca y el mismo chaleco de la última vez. - Estuve analizando el caso y ya tengo el precio. Serán cinco mil quetzales más quinientos semanales de viáticos. Ah y otra cosa, me tiene que decir a qué chingados me estoy metiendo porque no quiero terminar muerto en un picop en la utopista. - Meditó unos dos minutos y buscaba algo que no existía en mi escritorio, levantó la bolita de mi adorno y la soltó con ligera extrañeza, tlac tlac tlac tlac tlac, - Tenemos unos negocios juntos, pero creo que no está siendo cabal. Su trabajo será decirme en dónde es que él se mantiene y con quién es que habla. Si puede tomar fotos le daré un bono, y solo para que vea que no juego le doy cinco mil ahorita y cinco mil cuando termine. Será un mes si mucho, y le aseguro que no es nada en lo que pueda correr peligro. - Debí decir que no en ese momento pero necesitaba el dinero y más que eso, necesitaba algo que me sacara del desahucio y la podredumbre. Antes del caso Remigio solo había tenido mujeres que sospechaban que las engañaban, hombres que querían saber donde se mantenían mujeres para acosarlas, estaba cansado de meterme a hoteles y tomar fotos de maridos maricones, necesitaba un respiro, un caso como esos de las novelas policiacas. - Hecho, pero eso sí, al menor gesto de peligro me retiro y no hay reembolso. -
La moneda rodó y el teléfono dio tres tonos antes de que una voz rasposa contestara al otro lado, fui puntual y... - ¿Bueno? Con don Arturo, soy Luis, él me dijo que lo llamara hoy para trabajo. - Me pregunté si había sonado demasiado formal para el personaje que llevaba, no me dijeron nada y el silencio interrumpido por la voz robótica del teléfono me hicieron considerar si colgaba. - Dice que llegue a esta dirección a las ocho de la noche. Lo va a estar esperando. - Clack, tuuuuuuuuuun; colgué el teléfono y regresé a mi oficina. A las ocho ya estaba él esperándome en “El costumbro” daba la impresión de que ese bar no lo habían limpiado desde hace décadas. - Me gusta que sea puntual. Usted va a encargarse de una tarea especial, tiene que seguir a una persona pero él no debe saberlo, me tiene que traer informes de los lugares a los que va y con quién habla, le voy a pagar cinco mil al mes y nos vamos a ver dos veces por semana. Si algo sale mal o si ya no quiere trabajar me llama y yo me encargo de liquidarlo. - Esa última frase me dejó frío, con la paloma aguada. - Gracias. - Solo eso alcancé a decir antes de que me diera la foto de Remigio con los lugares donde él se la pasaba. La incertidumbre, el miedo, la avaricia, una serie de emociones me acribillaban en el pecho, el vacío de la incierto me reptaba por las piernas que temblaban. ¿A qué putas están jugando estos mierdas? Pensé mientras me levantaba de la mesa.
Seguí a Remigio hasta un putero, tuve mucho cuidado de disfrazarme con una gorra de los yankees, una chumpa de gamuza y mocasines. No notó cuando me senté a tres mesas de la suya y pedí una corona. Lo vi hablar con unos chinos y pasarle un sobre manila en el que asumo iba dinero. Fueron así otras cuatro veces y ocho reportes donde describía las tiendas, los comerciales, las putas, los gringos, los negros, los indios y los chinos con los que cada quién hablaba. Mentía decorosamente para que no supieran que ambos eran un caso para mi, como dije, necesitaba la aventura.
Una tarde, con el hígado destruido me dirigí a mi oficina para sacar un pasaporte y corregir el informe de Arturo, llegué y la puerta estaba abierta, martilleo la pistola y abrí de una patada, todo estaba en su lugar. - Siéntese y guarde esa mierda antes de que lo plomee. - Era la voz de Arturo, sentado en el diván que había comprado para dormir en la oficina cuando me echaron de mi viejo cuarto. - ¿Cómo supo? - le pregunté antes de apuntar a la puerta del baño que se estaba abriendo, era Remigio que se secaba las manos con su pañuelo de viejo. - Tiene que comprar más papel. - me dijo mientras se sentaba en mi escritorio. - Hoy tengo que pasar al súper. - Gruñí. - - Sientese le dije - volvió a decir Arturo, me senté con la pistola en la mano. - Ha hecho un gran trabajo. - me dijo Remigio antes de encender un Malboro rojo, - ¡¿puedo saber a qué mierdas están jugando ustedes maricones?! - Grité y me acomodé en la pared. - Como le dijo mi socio, usted ha hecho un gran trabajo detective. Pasó la prueba y ahora estamos seguros de querer contratarlo. - No entendía nada, la cabeza me daba vueltas y la claustrofobia me daba nauseas, era como si estuviera cayendo en un vacío negro en interminable. - Queremos que se introduzca en un negocio, necesitamos información y lugares. - Dijo Remigio antes de encender otro cigarro con la colilla del anterior. - Le vamos a pagar bien, cinco cifras para que se cambie de este mugrero. - Debí haber disparado, debí haber verguiado a ambos y sacarlos a la calle para matarlos como gallinas de tamales, debí haber dicho que no.
Reporte preliminar:
la finca donde llevamos el furgón parece ser de un exmilitar. Entregamos la mercancía a unos árabes que nos dieron una camioneta del año. Dos de los compañeros mataron a los que entregaron el furgón.
Requiero armas y un pasaporte.
El informe final se entregará Lunes a la hora acordada.
sábado, 15 de noviembre de 2014
Frases célebres
Por más que busco no encuentro esas palabras, esas frases que se quedan incrustadas en la piel y te arrancan la cara que tenías puesta en esa vida, en ese momento que se desintegran los instantes y se pierde la tristeza.
Recuerdo que te vi justo después de que la máquina de coca cola rechazaba mi billete por enésima vez. Ya te había visto antes y sentía tus miradas coquetas perforarme la ropa; — Mirá ¿puedo pedirte un favor? — — Aja — y el sonido de la maquina chupando el dinero shiiq, shiiiiiq, shiiiiq, — ¿Será que no me das tu número de teléfono? — —¿Para qué? — y yo sin voltear, sin preocuparme más que por esa estúpida máquina que no me daba mi gaseosa.
Aún recuerdo el valor que se te escapaba en los pequeños movimientos que se ajustaban a la suavidad de tu cara, la imagen de tus pupilas reflejando la ternura de mi cuerpo. Te di mi número de celular y recuerdo que mensajeamos toda la noche, te dije que tenía una banda y que la música era todo, nos hundimos como capitanes en ese barco de amor adolescente, inmortal, eramos los reyes de la lujuria en tu cuarto pequeño, desordenado, marcado por la ruptura de una vida que te atormentaba, que te comía y forzaba tus lágrimas a visitar mi pecho. Como podrás imaginar ahora, el desastre fue excelso, nos consumió el tedio y la desidia, asesinamos lo hermoso de una relación en la concepción imbécil de los estándares sociales, pero fue bello y más que bello fue necesario para poder decir que estábamos muy jóvenes, que la celeridad de la vida nos puso pausa y stop. Vos me cambiaste la vida en esa frase que se queda para siempre, en el basural de los recuerdos, en la mirada que voltea hacia el pasado y recuerda con amargura y sonrisas que no era más que amor torcido.
Y estas vos, que me decía que lo importante era tener mierdas, acumular objetos materiales porque eso era la vida, tener, tener, tener, y nos emborrachabamos platicando de mujeres y de desasosiegos, porque eso sí, hacías un espacio en tu discurso de acumulación capitalista para soltar esos recuerdos de la chava que te dejaba entrar en su lecho y reventar su temple que juraba que esa noche, era la última. —Vos tenés que hacer tus cosas chino, tu carro, tu casa, tu cuete; vos tenés que tener para que el día de mañana que te cases con la fulana la saqués de esta mierda. — ese era tu viaje vos, dormirte en el seno de la imagen que te da el consumo, ser un gran desalmado y que la gente nos tuviera miedo y no respeto. Ahora que ya no pienso igual, que paso por tu casa de tres niveles y tus ocho carros parqueados en la calle, te digo, no lo logré pero cada quien con su felicidad.
— Jenner, ¿por qué no sos antropólogo? — Quién iba a imaginar que yo estuviera en una clase de la universidad, reinterpretando esas vidas que son ajenas al sentir, a la injusticia de un poder que marca tus deseos, que te encapsula en esas ideas de ser y de vivir como tenés que hacerlo. En vos encontré el desencanto del mundo y sus trajines. ¿Quién diría que me haría poeta? ¿Quién diría que allí esculpiría los ladrillos de mi habitación propia como diría Woolf? Todos pensaban que íbamos a ser esa pareja de intelectuales que los absorbe la elite del saber, pero no, punk's never dead baby, nos desligamos de la fe al amor absoluto, a la fidelidad del cuerpo y de la monogamia. Ahora vos estás en otro país y yo publicó artículos marxólogos. Ahora vos que estás allá te recuerdo entre cervezas y te entrego mi eterna gratitud, gratitud por mostrarme un mundo más grande del que alguna vez pensé en conocer.
Pero la historia está construida a base de rupturas y de sangre, y bien dicen que Comala nunca sale de vos; esa noche que dijimos entre amigos que habría noche de recuerdos, o sea noche de destrucción y deficiencias hepáticas, me reencontré con esa vida de live fast and die young. Sería tonto tratar de describir ese retumbo en el pecho que te da la música, esa sensación de manejar a mil por hora y sentirse dueño del mundo y de sus calles. — Vos vas a cantar esa rola. — Fue como recordar la sangre subiendo, la adrenalina corriendo y los besos de la multitud pegándote puñetazos hermosos.
Ahora mismo que te tuve entre mis brazos varias tardes de este Noviembre tan sublime, que te comparto mis besos llenos de ternura, me recuerdo de esa vez que preguntaste — Jenner, ¿eres triste? — Tal vez lo era porque no me detenía a pensarte como lo hago ahora, porque no me imaginaba un futuro con vos. Esta noche, medio borracho, te digo que te quiero, porque tal vez si era triste porque no conocía lo dulce de tus besos, porque no soltaba el egoísmo y la pena, el miedo de amar como un bobo. Tu sonrisa me enloquece y me hace perderme en la notoriedad de la caída, en la estridencia de tu cuerpo, en lo recóndito de tu maravillosa persona. Te amo niña zombie.